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El cine ha supuesto, desde los primeros tanteos de los hermanos Lumiere, un “modo de representación” que buscaba básicamente entretener, alejar a los espectadores de los problemas cotidianos. Valga lo obviedad de aclarar que cuando desde aquí enunciamos cine, nos referimos al cine occidental en general y a la industria cultural por excelencia, Hollywood, en particular.

En estos inicios, la época del llamado cine clásico, se caracteriza por las narrativas cinematográficas cerradas, esto es, el desarrollo de una historia de principio a fin, en donde el orden era teleológico, orientado a un fin. Hace falta esperar hasta los años 60 del pasado siglo, en donde al calor de las transformaciones sociales y económicas, y también técnicas, se pudiese consolidar la llamada época moderna del cine, en la que se manifestará el llamado cine de autor/director, quizás en oposición al cine clásico, de productores. Ya en los finales del SXX, años 80, el tardo-modernismo, sustituye a las vanguardias en el cine.

En todas sus etapas, fiel a su concepción de industria cultural, el cine ha reflejado y construido diferentes narrativas, con un fin claro, “re/presentar la realidad”. El éxito de esta ficción consiste en hacernos creer en la realidad que está en ella representada, sin ser conscientes de que es re/presentación. Quizá el ejemplo más clásico de esta “paradoja de la representación”, nos lo da Borges, cuando nos dice que el único mapa que no representa “la cosa”, es la cosa. Si para leer un mapa, hemos de recorrer el territorio, el mapa ya no nos sirve.

Así el discurso re/creado, el discurso de la representación es la esencia del cine. Y además en tanto que se “producen imágenes”, esas representaciones van cargadas de significados e ideologías. Este enorme poder de creación de subjetividades, nos educa la mirada. Estos “discursos” atribuyen significados a las situaciones y actores sociales representados. Aprendimos que los vaqueros eran los buenos de las pelis (nunca la avanzadilla de la ocupación occidental de nuevos territorios) y que los indios, eran sucios, malos y siempre elegían el caballo que no corría. Y también que las mujeres, éramos el “otro”, que no estaba ausente, pero si anclado a una serie de estereotipos sociales, que el cine re/producía y a la vez, ayudaba a mantener.

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Desde los años 70, y también en la América del norte, el movimiento feminista organizado, critico los papeles que, en el cinematógrafo, representaban las mujeres. En cuanto a protagonismo, nivel de diálogos, autonomía del relato, etc.  Es en los años 2000, en concreto 2005, se rescata del olvido, una tira de cómic, que contenía un – hoy famoso- test, para comprobar si valía la pena ir al cifoto3ne a ver una peli o no. El “test de Bechdel”, establece tres sencillas pautas para decidir:

  • en la película salen al menos dos personajes femeninos
  • estos personajes hablan, interactúan en diferentes secuencias de la película
  • y, quizás la parte más importante, esos diálogos, secuencias, versan sobre algo que no sea un hombre.

En este sencillo test se visualizan las principales objeciones que se le pueden atribuir a más de la mitad de la producción de la gran factoría que es Hollywood: ausencia de roles femeninos, que de existir sean accesorios a la trama, y que en general sirvan como complemento o incluso justificación del arco argumental de los protagonistas masculinos, pues según informaciones actuales que proporciona el sitio web, la mitad de las películas no lo aprueban.

¿Quiere decir que las películas que si “aprueban” sean catalogadas como feministas? No, desde luego, nada más lejos de la realidad. Pero si están entre las cintas más “taquilleras”, lo que puede interpretarse como que a las mujeres nos gusta- preferentemente- ir al cine y sentirnos “representadas” de manera positiva.

También podríamos inventar un test que midiese la representación de minorías, de mujeres de otros territorios que conviven en la sociedad española, o incluso ir más allá y plantearnos si la diversidad etaria tiene una digna representación…. la lista podría ser más larga, pero como  introducción a la realidad de la representación de ese “otro” que somos las mujeres, este nos vale.

En este monográfico sobre relación entre cine y mujeres, queremos reflejar tanto la diversidad de enfoques, como la manera de representar al colectivo “mujeres”, en una doble estrategia. Por un lado, el análisis de sagas míticas- como Star Wars- y su particular visión de los personajes femeninos; por otro, indagar en películas, relatos, cuyas protagonistas (que si pasan el Test Bechdel) son particularmente atípicas, bien por ser re/creación de personajes históricos (sufreguettes, monster) leídos en clave feminista, o en la muestra de cine alternativo, alejado de los circuitos de la mercancía hollywodiense, en cuyas miradas, las voces de las mujeres tienen otros acentos.

Así que, a sentarse, y disfrutar del espectáculo.

Beatriz Lamas

Referencias

Foto 1: hipermedula.org

Foto 2: wikipedia.org

Foto 3: deborarte.com.ar

AGUILAR, P. (1996): Manual del espectador inteligente. Madrid. Ed. Fundamentos.

ALIAGA, J.V. (2004): Arte y cuestiones de género. Hondarribia, Ed. Nerea.

BARTHES, R (2004): Lo neutro. Siglo XXI Bs.As.

BENJAMIN,W (1999) : La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.

Buenos Aires, Ed Taurus.

GONZALEZ, J.F. (2002): Aprender a ver cine. Madrid. Rialp.

LIANDRAT-GUIGUES, S. y LEUTRAT, J.L. (2001): Cómo pensar el cine. Madrid. Ed. Cátedra.

LLUL, J (1997): Medios, comunicación y cultura. Editorial UAB

MENENDEZ MENENDEZ, I Actas del IV congreso internacional latina de comunicación. Ponencia de la autora.

MITRY, J. (1978): Estética y Psicología del Cine.  Las estructuras. Madrid.  SXXI

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