Entre túneles: The Cabinet War Rooms

Publicado en Por anthropologies
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Junto al parlamento londinense, en Westminster, se ubica el Cabinet War Rooms, el lugar donde se realizaron las operaciones de cara a la Segunda Guerra Mundial por parte del Primer Ministro Británico Winston Churchill. El lugar, rehecho mediante reconstrucciones fidedignas de la época, guardan un entramado de túneles subterráneos, con blindados y minúsculos habitáculos que reflejan la angustia, el recelo y la seguridad que debían de tener frente los ataques nazis hasta el fin de la Guerra en 1945.

Los rincones de Londres despiertan el interés del viajero que a su paso va descubriendo una de las ciudades más bellas del mundo. De esta gran urbe destaca su amplio cosmopolitismo, su riqueza patrimonial y como hacen uso de ella. Los museos, financiados por la Corona, desprenden un cierto halo atemporal de civilizaciones pasadas, egipcias y griegas, que enamoran cualquier mirada. Pero también, de esta aura conservadora se queda impregnado un cierto pasado militarista e imperialista. Algunos objetos, son fruto del dominio inglés bajo sus colonias y en algunos casos, como el que vamos a analizar a continuación, conserva todo su pasado belicoso para poder visualizarla en forma de museo. No solo veremos sus datos referenciales, sino que también, analizaremos las sensaciones de las personas que allí tuvieron que trabajar durante uno de los periodos históricos más turbios de la historia. Toda esta información esta sacada de la visita mediante su guía multimedia que relatan biografías, relatos y testimonios de quienes vivieron aquellos sucesos.

El Cabinet War Rooms es de esos lugares que parecen sacados de una película de Hollywood o de un videojuego sobre el conflicto bélico contra los nazis. Forma parte de la red Imperial War Museums , gestionado por el ejército británico y se encuentra situado muy cerca de la Abadía de Westminster y frente al parque de St. James. Este, data de 1939, mismo año de la invasión alemana a Polonia y en él podemos encontrar salas con mapas donde se realizaban las estrategias para el conflicto , habitaciones minúsculas para albergar a las figuras más importantes e influyentes del país (salvo la monarquía de Jorge VI) y  algunos objetos y enseres que se conservan tal cual se quedaron allí. El bunker, cerrado tras la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, se reabrió en el 84 para el disfrute de turistas y ciudadanos. A pesar de las reseñas históricas el Bunker es un atractivo turístico desconocido, y por la estrechez de sus pasillos y la angustia que genera su reducida galería, no suele masificarse la asistencia ni el aforo. Tras la visita a los túneles, se encuentra una gran sala, con un amplio despliegue de enseres, pantallas interactivas, prendas e información bibliográfica y militar de la que es, entre otras, una de las figuras más queridas de todo Reino Unido: Sir Winston Churchill.

Pero al margen de tanto dato, el gabinete secreto alberga una cierta zozobra entre tanta pared blindada. Los nervios por las acciones de la guerra, la incertidumbre de una ciudad en peligro o los estados de ánimos de los allí confinados los puede sentir uno mismo, aun casi 70 años más tarde, pero añadiéndole que era un lugar maloliente, repleto de humo y claustrofóbico (ya que solo está abierto al público una parte).

En primer lugar, queda demostrado que tener un “refugio secreto” donde albergar a todo un gabinete político y sus trabajadores, daba a entender el poder que tenía Adolf Hitler y el temor por el que pasaban los Estados europeos. La Operación “León Marino” que tenía como objetivo la invasión del terreno británico lanzó como ofensiva un ataque por parte de la Luftwaffe (fuerza aérea nazi), el cual llamaron BLITZ; bombardeos en 1941 en la ciudad de Londres que causaron gran devastación entre la población civil y el patrimonio británico. Una de estas bombas cayó en un punto muy cercano del refugio, poniendo en duda la durabilidad del mismo por parte del personal alojado, y que les produjo un tremendo temor la captura o destrucción del sitio, ya que sus casi 3 metros de separación con el exterior podrían no ser suficientes para su seguridad. A pesar de ellos y tras el cese de los bombardeos alemanes, los nazis nunca supieron de la localización del gabinete (a pesar de situarse tan céntrico y cercano a puntos emblemáticos como los citados anteriormente o a menos de un kilómetro del Palacio de Buckingham).

Por otro lado, habría que analizar un día a día en alguna de estas salas. Angustia y miedo por la incertidumbre, ansiedad por la estrechez de pasillos y habitáculos, la presión que suponía trabajar para un gobierno en guerra… Las horas de producción que pasaban los trabajadores y secretarios debían de ser, en extremado silencio y mostrando un comportamiento ejemplar y comprometido. El incesante ruido de las máquinas de aire acondicionado causaba repentinas jaquecas e incluso algunos desvanecimientos entre la plantilla. No conocían el tiempo en el exterior salvo por un cartel informador, aunque a la entrada del bunker, para que la motivación fuera la máxima posible, había un cartel fijo que anunciaba “Bueno y cálido”. El bullicio de militares, soldados de patrulla, humo de cigarrillos y oscuridad eran lo más habitual en aquel lugar, según testimonios reales que pueden narrarse en la audioguía que entrega el museo.

Durante los intensos avisos de ataque, algunas personas quedaban refugiadas en aquel gabinete (el cual a veces debía de quedarse el propio Churchill) y usaban pequeños catres que tenían lo básico para las necesidades del momento: un escritorio, algunos armarios, un camastro con sabanas militares, un pequeño orinal bajo la cama, y un teléfono con línea cerrada entre todas las partes del bunker y la sala superior. Las personalidades de mayor rango o nivel tenían un baño junto a su habitación. El bunker estaba previsto con una pequeña cocina que contaba con un infiernillo, nevera y despensa. Aunque la comida era de lata, de vez en cuando no faltaban banquetes (sin excesos) con platos elaborados, aunque si es cierto que pocas veces, el Primer Ministro disfrutaba de los productos enlatados, y la cocinera, muy asiduamente preparaba su comida preferida: el solomillo Wellington.

Por último, y no menos importante, es vital conocer la fuerte personalidad y entrega por la causa del primer Ministro Winston Churchill. Su excentricidad hacía de su compañía en el Bunker tan gratificante como estresante. Su carácter amigable hizo que aflorase confianza entre muchos de los secretarios que allí trabajaban (gracias a diarios personales de protagonistas e informantes) pero el incansable afán por conseguir la seguridad y el control por su país le llevaba a exigir una sobreproducción del trabajo que, según narran algunos testimonios, muchos documentos tenían la pegatina roja Action this day! (para hoy), la cual debía ser entregada al instante. Odiaba el ruido, por lo que se instalaron unas máquinas de escribir especiales que amortiguaban el teclear de los empleados y a veces reducía la cantidad de aire acondicionado para evitar el molesto cimbreo de las máquinas, sobre todo, durante sus siestas diarias (de las cuales solo se le podía despertar por causas extremadamente importantes). Para que Winston no tuviera la más mínima distracción y fuera avisado en cualquier comento de aviso de invasión, su catre se situaba junto a la sala de operaciones (rodeada de mapas, teléfonos y escritorios) y como curiosidad, dormía solo, ya que la habitación colindante era la de su esposa Clementine . Otra curiosidad del carácter celoso del gobernador fue que en 1943, Churchill utilizó como único medio a las comunicaciones con Estados Unidos un pequeño armario con un retrete y un cenicero donde se ubicaba un teléfono, el cual solo podía ser utilizado por él. La seguridad a la hora de establecer relaciones con el presidente Roosevelt fue vital para que su ubicación no fuera destapada.

Si no desea gastarse las 19 libras que cuesta el billete, puede comprobar cómo se actuaba y como se palpaba la tensión y el aplomo de las estrategias de guerra en estos tuéneles y salas en el oscarizado film “El instante más oscuro”.

Texto e imágenes: Daniel Pérez Madueño

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