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¿Sabes que los vikingos no siempre estaban haciendo el vikingo? También sabían divertirse, y vaya que lo hacían, una de las formas que tenían era a través de su juego de mesa ¿te animas a conocerlo?

Los vikingos eran un pueblo que se hicieron famosos por su belicosidad. Sin embargo, acercarte a él resulta un viaje apasionante y lleno de sorpresas y sirve, entre otras cosas, para desmontar un gran número de mitos: no, sus cascos no llevaban cuernos y no siempre (ni todos) estaban “haciendo el vikingo”. Sea como fuere también disfrutaban de su tiempo libre a través de deportes y de juegos.

Si alguna vez te has acercado a una feria de artesanía o medieval puede que hayas visto en algunos puestos unos llamativos tableros de cuero divididos en líneas verticales y horizontales con unas cuantas piezas en el centro y otras ubicadas en sus extremos. Ese juego es el Hnefatafl.

Un juego único… Que no es el único

Si bien el que aquí se describe no es el único que existía si es el que más prestigio logró pues para los hombres (y mujeres) del norte, como sería más correctos llamarlos, consideraban que jugar bien a este juego era símbolo de nobleza, tal vez por esto haya sido nombrado frecuentemente en sus sagas.

Los sajones tenían su propia versión: el Alea evangelii con claras connotaciones religiosas (tal vez porque el hnefatafl les parecía cosas de paganos). El tablut se juega en un espacio más reducido (consta de un tablero de 9×9) y se desarrolló en Finlandia. Mientras que los galeses y los irlandeses tampoco quisieron quedarse atrás y llevar a cabo sus propias versiones con el tawlbyund y fitchneal. Tal vez el pronunciar sus nombres ya sea suficiente motivo para crear desaliento y evitar su aprendizaje, pero nada más lejos de la realidad.

El hnefatafl

El rey se coloca en el centro del tablero (casilla conocida como trono), y queda rodeado de piezas blancas (sus vasallos). Sus enemigos, por su parte, se sitúan a los extremos del tablero y son de color negro. Al contrario de lo que sucede en el ajedrez la contienda la empiezan siempre las negras.

Todas las fichas imitan el movimiento de la torre de ajedrez y las piezas se capturan ocupando sus dos casillas adyacentes ya sea columna o fila, pero, ¿cómo se gana la partida? Muy sencillo: los suecos (como así se conoce a las piezas blancas) lo logran cuando el rey llega al extremo del cuadrado sin que haya ya posibilidad de capturarlo, mientras que las negras (curiosamente conocidas como moscovitas) para vencer han de rodear con cuatro piezas al rey o con tres ocupando el trono el lugar vacío.

Sin embargo, el mejor modo de verlo es un video explicativo:

Una de las primeras cosas que llama la atención del juego si lo comparamos con aquellos que nos son más cercanos (ajedrez, damas…) es la asimetría entre los dos contrincantes, lo que provoca que tengan que tomar estrategias muy diferentes, mientras que en el ajedrez esta queda marcada por el tiempo de ventaja que tienen las blancas. En apariencia simple, pero según se van desarrollando jugadas y posiciones puede comprobarse la profundidad del mismo. Algo que contrasta con la simplicidad de sus reglas.

¿Te animas?

Rubén Blasco

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