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El otro día escuchando la radio me di cuenta de un hecho que daba por sentado pero sobre el que no había reflexionado: ¿Por qué hay más desnudos femeninos que masculinos en series, películas y otras representaciones culturales? Está claro que es parte de las concepciones sociales que seguimos teniendo diferentes para hombres y mujeres. Es un tema que concierne a la igualdad de los sexos y por lo tanto, digno de mención; porque es precisamente en estos comportamientos asumidos en los que el patriarcado encuentra su excusa para seguir con su supremacía.

La igualdad se refleja en muchas aristas de la vida, pero las imágenes que nos llegan a través de la pequeña y la gran pantalla tienen muchísimo impacto, ya que los tomamos como referencias e ideales, sin plantearnos en muchos casos de donde beben las ideas que se nos transmiten o con qué interés.

Es curioso que las propias directoras argumentan que los desnudos masculinos dan asco y que son poco comerciales, la gran mayoría son contrarias a mostrar desnudos masculinos en sus películas o series. ¿Pero por qué ni si quiera las directoras abogan por la igualdad en este terreno? Tal vez sea producto de lo que la periodista y editora Joana Bonet pone sobre la mesa: que este tabú cinematográfico es resultado de la tradición de casi 120 años de mirada masculina que ha deformado nuestra visión de lo erótico. Como ella misma nos apunta, sólo el 7% de las películas están dirigidas por mujeres, y el porcentaje es la mitad en el caso de los guionistas. Con semejante panorama de supremacía masculina, parece lógico que nuestra mirada esté deformada hacia los intereses de los hombres (en su mayoría heterosexuales) que han tomado las riendas y las decisiones durante más de un siglo de historia.

Por lo anterior, nuestra herencia cultural hace que este tipo de imágenes no sean comerciales y produzcan cierto rechazo, porque el público en general no está acostumbrado a ellas y las toma como erradas,  incorrectas o incluso inmorales. El cuerpo de la mujer se ha tomado como objeto de deseo, de representación artística y erótica, y todos asumimos que se puede utilizar de esta manera, pero los hombres no han sido tomados de este modo. En cambio, los hombres se reflejan más en los desnudos cómicos, y menos eróticos o sensuales, de hecho, a veces enseñar el pene es la distinción entre arte y pornografía, porque no tenemos conceptualizado el sexo masculino como elemento de arte si no de transgresión.

Es por ello, que en el cine independiente hay más desnudos, quizá porque no está tan regido por las reglas comerciales y sociales, es algo más libre y construye sus propios referentes partiendo muchas veces de la contradicción con los ya creados.

Ante esta situación, me planteo si los hombres no pueden llegar a  sentirse extraños de no verse representados en los desnudos,  cuando en ocasiones incluso los exige el guion pero se crean toda una serie de atajos para no mostrarlos. Aunque también es cierto que ellos se niegan más a la hora de mostrarse tal y como su madre les trajo al mundo. Antes, desnudarse para una actriz era un dilema, ahora es un gesto profesional, las mujeres nos hemos acostumbrado, lo damos por hecho, quizá porque nos lo han impuesto, pero esta situación aún no ha ocurrido con los hombres. Los actores aún se encuentran en la fase de dilema y tienen que levantar sus propias rutas para construir el desnudo masculino en la pantalla.

Si hacemos una regresión histórica para ver la evolución de este tipo de representaciones en el arte, podemos ver como en la pintura clásica no existe por ejemplo un majo desnudo de goya o un venus que represente la belleza masculina en su totalidad. En cambio, en la Grecia clásica, el cuerpo masculino se exhibía como súmmum de la perfección de la proporción, y los hombres no tenían ningún reparo en posar y ser plasmados en pinturas y esculturas. Aunque se debe tener en cuenta que los cuerpos representados en el resultado final estaban idealizados, no eran cuerpos reales, por lo que no se mostraba el cuerpo como tal si no la idealización que la sociedad había hecho de ellos.

Algunos podrían rebatirme que todos mis argumentos no son válidos ya que en los desnudos de torso existe una balanza bien desequilibrada a favor de los hombres. Pero me parece que es claro que la propia sociedad ha creado toda una serie de normas por las que la simbología y sus implicaciones son diferentes en las distintas partes del cuerpo de hombres y mujeres.

Para terminar, merece mención el hecho de que en la prensa femenina el desnudo masculino no vende, seguramente debido a nuestra socialización patriocéntrica, en cambio, en la prensa sin género, si está asumido como legítimo, coincidiendo con las expresiones culturales y artísticas creadas en los nuevos conceptos con nuevos paradigmas.

Sin ser un análisis todo lo exhaustivo que merece el tema, creo que este artículo nos ayudará a reflexionar sobre la visibilización del cuerpo de la mujer y su utilización para los preceptos machistas en muchos casos.

Azalí Macías

Imagen: https://www.taringa.net/bloodgulch/mi/ZsYAc

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