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Hace aproximadamente unos 3000 años, murió el último gran faraón de la dinastía ramésida (D.XIX). Ramsés III (1184-1153 a.C.), un faraón anciano y ya débil para gobernar un reino con muchos problemas, fue asesinado en el año 32 de su reinado (según el Papiro Harris) y a los pocos días de haber celebrado su Heb Sed (ritual por el que los faraones renovaban su poder ante los dioses).

Lo interesante de este suceso fue cómo se desarrolló, pues gracias al papiro jurídico de Turín, papiro Lee, el papiro Rollin y a los estudios recientes de su momia (2012), se ha podido averiguar que fue víctima de un complot tramado en su propio harén y por una de sus esposas reales, Tiyi. Cuyo con el objetivo era derrocarlo para que su hijo Pentauret en el trono de Egipto.

Ante tal hecho cabe preguntarnos qué fue lo que llevó a Tiyi a urdir este plan, sabiendo las graves consecuencias que podía acarrear. Y es que este desenlace, fue resultado  directo de las actuaciones del faraón en sus últimos años

La conjura del harén

Durante los primeros años, Ramsés III se caracterizó por ser un faraón militar, destacando campañas como las de Libia y sobre todo por evitar que “Los Pueblos del Mar” entraran en Egipto[1]. Todo ello plasmado en el templo que mandó construir, Medinet Habu.

Los pueblos del mar, movimientos y Batalla del Delta entre R.III y los Pueblos del Mar. S.XII a.C, Medinet Habu.

Pese a ello, después de tres décadas en el trono, Egipto estaba inmerso en una fuerte crisis interna, provocada en gran medida por la escasez y las carencias. De hecho, fue durante su reinado (año 29) cuando se dio la primera huelga documentada de la historia, los constructores de tumbas de Deir El-Medina decidieron dejar de trabajar hasta que el Estado les diera su ración correspondiente por el desarrollo de su trabajo:

Esa era la situación de Palacio hacia fuera, pero ¿Y de puertas para dentro?, ¿Qué pasaba dentro de la corte del faraón?

Por el desarrollo de los acontecimientos, debemos suponer que debía de existir un ambiente tenso, un faraón débil e incapaz de hacer frente a los problemas, con dos posibles herederos, fuertes y jóvenes. Y es precisamente en ese punto en el que debemos detenernos, porque es dónde surge el conflicto que acabará con la vida del faraón.

Según la tradición el harén egipcio (ipet-nesut), surge en el Reino Nuevo (D. XVIII-XX) y era el lugar donde residían la esposa real, las esposas secundarias e hijos. Dentro de éstas, por lo general, existía una clara distinción la esposa real era egipcia, de sangre real  y su hijo era el heredero. Mientras, que las esposas secundarias eran princesas extranjeras que eran entregadas para forjar alianzas políticas.

El problema surge cuando Ramsés III rompe esa tradición, pues decide nombrar dos esposas reales con dos hijos de edad semejante y no establecer una línea sucesoria clara: Isis con su hijo Ramsés  y Tiyi con su hijo Pentauret. Prueba de ello es un relieve del Templo de Karnak, en el que se puede observar a ambos príncipes reales a igual tamaño y titulatura idéntica. Sin duda, todo esto no fue más que caldo de cultivo para crear rivalidades, tensiones que dieron lugar a la conocida conspiración.

Relieve de los dos príncipes reales en Karnak.

Sabemos de esta conjura gracias al Papiro Jurídico de Turín, que redacta el juicio y los castigos de los que participaron de ella. Se nos dice que fue ideada por Tiyi (una de las esposas reales) para que Pentauret accediera al trono y no Ramsés, aprovechando el descontento de la corte y sobre todo del pueblo egipcio.

Todo ocurrió dentro del harén, dónde el faraón era vulnerable, allí lo degollaron y moriría días después. Hasta ahí todo iba sobre el plan establecido, pero Ramsés descubrió la trama, fue coronado faraón con el nombre de  Ramsés IV y comenzó un juicio donde todos los implicados fueron castigados.

Según el papiro, estuvieron implicadas unas treinta personas cercanas al difunto faraón: Tiyi, Pentaueret, varias concubinas reales, guardias, funcionarios (chambelán Pabakkamen, el copero mayor Mesedsure…), sacerdotes, un general, el Ministro del Tesoro, el director de la cámara del rey del harén, familiares del exterior…A lo que se sumó un mago, ya que el faraón era un dios viviente y también había que combatirlo con magia.  “… Se puso a hacer escritos mágicos para desorganizar y causar confusión, haciendo algunos dioses de cera y algunos para dejar sin fuerzas miembros humanos, y a entregarlos a Pabakkamen…” (Papiro Rollin)

Para entender el juicio que se desarrolló una vez que la trama fue descubierta,  primero debemos tener en cuenta dos aspectos:

1) En Egipto no existía un código de normas estandarizado par regir la vida de los egipcios. Aún así contamos con varios textos (El papiro jurídico de Turín, El Decreto de Nauri, El Libro de los Muertos, Las enseñanzas de Amenemope…) que nos hablan de la existencia de juicios y cierta justicia normalizada:

  • Los conflictos en la comunidad se resolvían dentro de la comunidad.
  • Kenbt/ Tribunal Superior, para delitos menores.
  • Tribunal Supremo, a cargo del Visir.
  • El faraón, la máxima autoridad en justicia.

2) La mentalidad/cosmogonía egipcia: la justicia estaba directamente ligada a la cosmogonía, entrando en juego el concepto de maat, que para el egipcio era el concepto de equilibrio/orden cósmico y del que el faraón (como representante de los  dioses en la tierra) era garante. Por tanto, si se atentaba contra su persona, eso suponía el caos y duros castigos, como así ocurrió en el caso que nos ocupa.

Representación de Maat.

En definitiva, el regicidio cometido por gran parte de la corte fue duramente castigado, dependiendo el estatus social y la implicación (sólo una persona fue liberada sin daño alguno). De forma, que se dieron  diferentes castigos:

  1. Mutilación de orejas y nariz para algunos jueces del proceso que fueron chantajeados por el entorno de Tiyi.
  2. Pena de muerte a nivel público, que suponía una gran humillación, para algunos de los funcionarios implicados en la trama. Muchos de ellos quemados vivos, lo que implicaba el peor castigo porque suponía la destrucción del cuerpo y del Ka (la doble muerte).

Dentro de este grupo, es muy probable que se encontrase Tiyi, ya que su cuerpo no ha sido encontrado.

  1. 4 suicidios a nivel privado, fue la pena que se concedió a los que poseían un mayor estatus para evitarles la humillación pública. Entre éstos destacó el príncipe Pentauret.

A todas estas penas se sumó otra, la damnatio memorae, acto por el cual se destruía el recuerdo de una persona relevante. Es decir, que se borró su paso por la vida para castigarlos en el Más Allá.

En Egipto este castigo era de suma importancia, ya que los jeroglíficos tenían poder mágico y todo lo escrito tenía la capacidad de cobrar vida (en muchas tumbas los animales peligrosos eran amputados para no hacer daño en el Más Allá). De ahí, que algunos  nombres aparecieran mutilados o borrados  en templos o tumbas, para que la persona desapareciese, se olvidase y el Ka muriese.

En lo que respecta a la conspiración de Ramsés III, los culpables no sólo fueron condenados al olvido, como el caso de Tiyi, sino que a algunos de ellos  se les cambió el nombre dándole connotaciones negativas para que en el Más Allá la persona sufriera, Como por ejemplo:

  • Pa-bak- amen, Servidor de Amón fue llamado Paibuka-k-amen, Servidor ciego.
  • Mery-re, Amado de de Re fue llamado Mesed- su-re, Re lo detesta.
  • También tenemos a Pa- nik, El demonio.
  • Pentauret, es el nombre que se le da en el papiro al príncipe, sin embargo no era su nombre real. “… Pentauret, él a quien le había sido dado este otro nombre…” (Papiro Jurídico de Turín)

Damnatio Memorae sobre el nombre de Tiyi. Relieve Medinet Habu.

Esto es lo que nos cuenta el papiro (incompleto), pero no fue hasta el 2012 cuando un equipo alemán, pudo corroborar lo escrito al estudiar las momias de dos varones que fueron halladas en el S.XIX. La primera era la de Ramsés III, encontrada por Belzoni en 1816 en el Valle de los Reyes (KV11) y la segunda hallada por Maspero en 1836 en Deir El-Bahari. Esta última estaba en un sarcófago blanco, sin ningún nombre, envuelta en una piel de cabra (elemento impuro para los egipcios, con el que enterraban a los traidores) y con una momificación inusual (los órganos vitales no fueron extraídos del cuerpo). Fue llamado hombre desconocido E.

Pasados los años (2012), se estudiaron al detalle las momias con escáner (Tomografía Computarizada, TC) y  un análisis de ADN. El resultado fue el siguiente:

Mediante el escáner la momia de Ramsés evidenciaba que era un anciano de unos 60/70años con artrosis, con un corte en la garganta de 7cm que le separó la tráquea de la laringe y que le provocó la muerte. Lo curioso, es que los embalsamadores le cubrieron la herida con vendajes y le introdujeron un amuleto del ojo de Horus, para que el faraón no sufriera en el Más Allá.

Por otro lado, la momia desconocida pertenecía a un hombre joven de unos 20 años sin lesiones graves, salvo en el cuello. Pues el escáner mostró que murió estrangulado, además el cuello presentaba irregularidades causados por una fuerte presión hecha posiblemente por una cuerda y una caja torácica dilata, señales que mostraban que el individuo murió por asfixia

En cuanto al análisis de ADN, no pudo ser más clarificador: ambas momias compartían más de un 50% del ADN, por lo que eran padre e hijo. Así el hombre desconocido E pasó a ser Pentuaret, uno de los participantes en el asesinato de su padre Ramsés III.

De esta forma,  la narración del papiro Turín se pudo verificar al casi al 100% cuando se realizó en 2012 el estudio detallado de las momias. Así como las peculiaridades que presentaba el enterramiento de Pentauret, que mostraba a un personaje que debió ser repudiado y sometido al olvido eterno como castigo.

Finalmente, Pentauret y Tiyi no consiguieron su objetivo y Egipto fue reinado por Ramsés IV, comenzando el declive de una de las dinastías más brillantes de la historia del Antiguo Egipto y del Reino Nuevo.

Rocío Rivas Martínez

Referencias

https://www.ucm.es/data/cont/docs/106-2016-05-03 1.%20Sharif%20BUJANDA%20VILORIA.pdf

Martos, J.A., “Ramsés III, el faraón degollado”, Muy Historia, 69, 2015, pp 66-73.

Parra, J.M., La historia empieza en Egipto, Crítica, Barcelona, 2011.

 Parra, J.M., Gugel.B., Olbés. I.,  Navajas. A.I., Egipto: el culto a la muerte junto al río de la vida, Edimat Libros, Madrid 2008.

[1] Pueblos de procedencia desconocida que hacia el 1200 a.C. atacaron diversos pueblos de Oriente y del Mediterráneo.

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